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CUENTO DE NAVIDAD 2022 BON NADAL- FELIZ NAVIDAD

EL SWING DE ADALBERT HONFMANSTAL VON DER HOHENLOHE.


Marcus Honfstalman von der Hohenlohe saborea su aperitivo en el salón del Club de Golf Wening Germania del Suroeste Mallorquín, del cual es socio fundador. Hace veintisiete años que los Hofmanstal von der Hoenlohe celebran la cena de nochebuena, junto a otras refinadas familias teutonas: los Von der Pfordten, los Limburgo-Stirium, los Augustenburg y media docena más de apellidos de la alta nobleza alemana. Es de todos sabidos que una parte del rancio abolengo Bávaro, Thüringués y Brandeburgués pasa los inviernos en sus espléndidas villas mallorquinas, donde el clima es suave y acogedor, mientras que en verano huyen de la invasión de la vulgaridad de los tours operadores y de las aglomeraciones para refugiarse en exclusivas reservas para ricos de las playas del Mar del Norte de Sylt.

Esta es la primera navidad que Marcus Hofmanstal von der Hoenlohe está en Mallorca sin su familia. Hace ya tres años de la muerte de su querida esposa Martha Weber Openhaimer de una liposucción de barriga y este año no acudirán a reunirse con él, en el Club de Golf Wening Germania, ni su queridísimo hijo Adalbert Honfmanstal von der Hohenlohe, ni su nuera Constanz Freiherr zu Rhein, y tampoco su nieta, la hija de ambos, Hildegarde Honfmanstal von Hohenlohe y Freiherr zu Rhein.

- ¿Cómo está tu hijo Marcus? - La voz aterciopelada y modulada de Bettina Fürstenberg von Sibelius le saca de sus cavilaciones. Marcus Hofnsmanstal von der Hoenlohe ha conseguido evitar dar detalles sobre la tragedia que hace nueve meses cayó como un azote bíblico sobre la familia de su hijo. El médico particular de los Hofmanstal von der Hohenlohe, diagnosticó un retinobladstoma en el ojo derecho de la pequeña Hildegarde Honfmanstal von Hohenlohe y Freiherr zu Rhein. Nada más saberlo, aconsejó a su hijo que la ingresara, para su estudio, en el exclusivo hospital Erfahrungsberitche Berlín, en el que trabaja el doctor, y su vecino en el palco en la Filármonica de Berlín, Ludwing Neumamann zum Neuenthurm. Este, validó el diagnóstico de su colega y sin perder ni un segundo se puso en contacto con la máxima autoridad en la especialidad de tumores oculares infantiles, el doctor Antoni Garcia Garcia.

- ¿Mallorquín? - Interrumpe consternada Bettina Fürstenberg von Sibelius.

- Catalán – replica Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - pero formado en el departamento oncológico de Mainhaim Clinicum, cuando Carl Neumamann zum Neuenthurm era jefe departamental. Según él, García García es una eminencia, sólo que, terminada su formación, decidió regresar a Barcelona para hacerse cargo de la especialidad oncológica infantil del Hospital Universitario Vall d’Hebron.

- ¿Universitario? - objeta Bettina Füstenberg von Sibelius - ¿Público? Válgame Dios - E inicia una acalorada diatriba contra los profesionales que, formados en la ígnea patria alemana con el dinero de sus impuestos, los de ella y del resto de miembros del Club de Golf Wening Germania del suroeste mallorquín, huyen, traicioneros, al sur de Europa para aplicar allí la sabiduría extraída de la tradición y la innovación teutona.

En ese momento de la velada, mientras el camarero costitxer sirve la segunda dosis de licor de palo Túnel alegrada con una medida de cazalla Tres Caires (Marcus Hofmanstal von der Hoenlohe adora el combinado y no entiende como los mallorquines ignoran este exquisito coctel y lo sustituyen por los archiconocidos caribeños) siente la necesidad de sincerarse con Bettina Fürstenberg von Sibelius antes de que lleguen los Von der Pfordten, los Limburgo-Stirium, los Augustenburg y el resto de habituales a la cena de nochebuena y la tragedia, que tan reservadamente protege, sea de dominio público.

- El caso, querida Bettina - confiesa Marcus Hofmanstal von der Hoenlohe-, es que mi hijo Adalbert y mi nuera Constanz, siguiendo el consejo del doctor Ludwing Neumamann zum Neuenthurm ingresaron a la pequeña Hildegarde en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

- Hospital público - insiste descontenta Bettina Fürstenberg von Sibelius.

- Efectivamente, público - confirma Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - Las habitaciones son dobles y les tocó compartirla con un gitanito de un barrio de la periferia barcelonesa. La madre se dedicaba al narcotráfico y el padre… bueno el padre nunca apareció por allí.

- ¡Qué horror! - Exclama Bettina Fürstenberg von Sibelius.

- Efectivamente, terrible -, asiente Marcus Honfstalman von der Hohenlohe -. Pero eso sólo fue el principio de una cadena de desafortunados acontecimientos: el doctor Antoni García García, efectivamente resultó ser una eminencia, confirmó el diagnóstico de nuestra pequeña Hildegarde y pasados dos meses de tratamiento parecía que el ojito estaba a salvo y no sería necesaria la extracción.

- Tu nieta tuerta, qué horror. Pobres Adalbert y Constanz con semejante espada de Damocles sobre sus cabezas. ¡Qué horror!

- Efectivamente - prosigue Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - A los pocos días de ingresar a Hildegarde, se vieron obligados a contratar una mucama ecuatoriana para quedarse en el hospital con la pequeña cuando mi Adalbert iba a jugar al golf. Pagó una cuota preferente, para él y para Constanz, en el exclusivo Club de Golf de San Cugat, una hermosa población cercana a Barcelona. Así, mientras el practicaba su swing, desequilibrado por la situación estresante de compartir habitación en el hospital…

- ¡Público!¡Qué horror! - Interrumpe Bettina Fürstenberg von Sibelius

- ¡Terrible! – subraya Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - Mientras, digo, Constanz hacia nuevas amistades y se integraba en el mecenazgo de las noches wagnerianas que la Sociedad Admiradores de Tanhausser celebra bisemanalmente en el Auditori de Sant Cugat.

- Wagner siempre es un refugio terapéutico- comenta aliviada Bettina Füdtenberg von Sibelius.

- El refugio le duró poco – prosigue Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - Constanz, mientras Adalbert conseguía bajar del par en el hoyo siete, recibió la llamada de la asistenta social del hospital…

- ¡Asistenta social, qué horror! - se horroriza Bettina Fürstenberg von Sibelius mientras prosigue Marcus Honfstalman von der Hohenlohe.

- ...Para que acudiera inmediatamente a atender a la pequeña Heldegard que estaba sola.

- ¡No me lo puedo creer! ¿Y la mucama ecuatoriana?

- Se fue con la Mutter Courage narcotraficante cuando le dieron el alta al gitanito. Ahí se descubrió que las dos habían estado traficando desde la habitación del hospital y que por eso no paraban de recibir visitas - responde acongojado Marcus Honfstalman von der Hohenlohe

- ¡Qué horror! ¿Y qué hicieron Adalbert y Constanz?

- Darse de baja del Club de Gof de Sant Cugat y quedarse con Heildegard en el hospital, que remedio. Constanz dormía en una butaca junto a la pequeña y Adalbert en una pensión cercana para atender los ataques nocturnos de ansiedad que sufría nuestra pobre Constanz al ver su sueño constantemente interrumpido por las entradas de las enfermeras para administrar la medicación a la pequeña Hildegarde y tener que compartir la habitación con una familia asiática que regentaba un restaurante chino en el este del ensanche barcelonés.

- ¡Qué horror! Pobre - Dice para sí Bettina Fürstenberg von Sibelius.

- Lo peor estaba por llegar, mi querida Bettina. El día de nochebuena, mi hijo Adalbert, viendo que la pequeña Hildegarde estaba casi reestablecida y con la euforia del anuncio del doctor García García informándoles de la inminente alta hospitalaria para después de las navidades, compró un traje de San Nicolás, tuvo que encargarlo por internet a los almacenes Hundaschrraiben de Berlín puesto que en Cataluña existe una absoluta confusión entre San Nicolás y Papa Noel, para sorprender a Hildegard y entregarle los regalos que Constanz había comprado en la jugueteria alemana Die Braüer

- ¡Oh, que maravilla! ¡Verdaderamente Adalbert es un sol! Que alegría debió sentir Hildegarde al recibir los regalos.

- No recibió ninguno - proclama impotente Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - ¡Fue terrible! Adalbert y Constance habían planeado que mi hijo se disfrazara de San Nicolás en los lavabos del hospital…

- Cómo, ¿no hay baño en la habitación?

- No - replica Marcus Honfstalman von der Hohenlohe - Los aseos con ducha y lavabo, así como los excusados, son comunes…

- ¡Qué horror!

- Así que Adalbert tuvo que cruzar un largo pasillo, y ya sabes que en estos hospitales infantiles con ingresos de larga estadía tiene salas de juegos con futbolines y máquinas de millón, y que sé yo… para que la chiquillería juegue. No sólo los ingresados, también los hermanos y amigos que vienen a visitarlos. Así que nada más ver a Adalbert vestido de San Nicolás lo confundieron con Papá Noel y se abalanzaron bárbaramente sobre el saco robándole los regalos de Hildegarde.

- ¡Qué horror! Menos mal que no estaba el gitanito con la madre narcotraficante…

- Estaba, estaba, mi querida Bettina, ella, el gitanito y la mucama ecuatoriana.

- ¿Y eso?

- Se dieron cuenta de que traficar desde el hospital era más seguro y mucho más sustancioso económicamente, así que fingieron una recaída del chico y lo ingresaron de nuevo.

- Pero, ¿qué edad tenía el gitanito?

- ¡Quince años! Adalbert cree que se quedó con la mayoría de regalos que había en el saco para revenderlos a los niños del hospital, pero no lo puede asegurar ya que las enfermeras al ver el regocijo y la alegría en torno a mi hijo disfrazado de San Nicolás, lo pasearon por todas las plantas del hospital para que tocara la campana…

- ¡Qué horror! San Nicolás no lleva campana.

- Ya te digo que no lo distinguen de Papá Noel y le hicieron gritar sin parar: ¡Ho, ho, ho!

- ¡Qué horror!¡Pobre Adalbert, esto destrozará su swing…

- Así que lo tuvieron cuatro horas en volandas y a empujones tocando la campana y obligado a gritar Ho, ho, ho hasta desgañitarse.

- ¿Cuatro horas? Pero, ¿cuántas plantas tiene el hospital?

- Siete por edificio. Y hay cuatro edificios. En nefrología, Adalbert tuvo una crisis nerviosa…

- ¡Qué horror! No me extraña.

- Y tuvieron que inyectarle un tranquilizante e ingresarlo en la única cama infantil libre que había, arrebujado para que cupiera. Constanze se pasó la mañana de navidad buscándole por todo el hospital y lo encontró conectado a una máquina de diálisis.

- ¡Qué horror!

- Constance cree que fueron el gitanito y su madre o tal vez la mucama ecuatoriana que se vengó por no querer abonarle el tiempo que se quedó con Hildegarde.

Marcus Honfstalman von der Hohenlohe, exhausto, da por concluida la narración y de un tragó finiquita el resto de Túnel con Tres Caires que contiene en el vaso. Bettina Füstenberg von Sibelius, paralizada por el horror de la tragedia, sólo atina a susurrar: ¡Qué horror! Y ambos dejan que el silencio y la quietud del oasis que representa el Club de Golf Wening Germania del suroeste mallorquín, les acoja. Marcus Honfstalman von der Hohenlohe sabe que Adalbert Honfstalman von der Hohenlohe y Constanz Freiherr zu Rhein nunca se repondrán de la experiencia. Ambos han decidido no abandonar nunca más Alemania. La pequeña Hildegarde Honfmanstal von Hohenlohe y Freiherr zu Rhein tiene unos preciosos ojos azules y una vista excelente, pero efectivamente, tal y como adivina Bettina Füstenberg von Sibelius, Adalbert Honfstalman von der Hohenlohe ha perdido su swing.


Palma 24.12.2022

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